"A imaxe é o vehículo da emoción, é a súa enerxía, e con ela facilítase o acceso á consciencia, é dicir, que toda emoción é factible de transformarse nunha imaxe. Toda imaxe conforma un acto creativo e é por iso que o inconsciente fundamenta a creatividade"
C.G.Jung

“Desde el punto de vista espiritual, el viaje no es nunca la mera traslación en el espacio, sino la tensión de búsqueda y de cambio que determina el movimiento y la experiencia que se deriva del mismo”.
“En consecuencia
estudiar, investigar, buscar, vivir intensamente lo nuevo y profundo, son modalidades de viajar o, si se quiere, equivalentes espirituales y simbólicos del viaje”.
J.E. Cirlot

sábado, 23 de agosto de 2014

“We are such stuff as dreams are made on"


Our revels now are ended. These our actors,
As I foretold you, were all spirits and
Are melted into air, into thin air:
And, like the baseless fabric of this vision,
The cloud-capp’d towers, the gorgeous palaces,
The solemn temples, the great globe itself,
Yea, all which it inherit, shall dissolve
And, like this insubstantial pageant faded,
Leave not a rack behind. We are such stuff
As dreams are made on, and our little life
Is rounded with a sleep.

William Shakespeare
From The Tempest, Act 4 Scene




Looking for Richard from samarkkanda on Vimeo.

martes, 19 de agosto de 2014

VIAXE AO CENTRO DA MULLER TERRA I











Only Breath

Not Christian or Jew or
Muslim, not Hindu,
Buddhist, Sufi, or Zen.
Not any religion
or cultural system. I am
not from the east
or the west, not
out of the ocean or up
from the ground, not
natural or ethereal, not
composed of elements at all.
I do not exist,
am not an entity in this
world or the next,
did not descend from
Adam and Eve or any
origin story. My place is
the placeless, a trace
of the traceless.
Neither body or soul.
I belong to the beloved,
have seen the two
worlds as one and
that one
call to and know,
first, last, outer, inner,
only that breath breathing
human being.
sufi mystic - jelaluddin rumi - 13th century









Nada máis que alento



"Nin cristián, nin xudeu, nin musulmán, nin hindú, nin budista, nin sufí, nin zen. 


De ningunha relixión nin sistema cultural. 

Non son do leste nin do oeste, nin xurdín do mar.

nin da terra. Nin natural nin etéreo, nin composto por ningún dos elementos. 


Non existo, non son unha entidade deste mundo nin do seguinte.

 Non descendo de Adán e Eva nin de ningunha historia das orixes. 

O meu lugar non ten situación, un rastro do que non o ten. Nin corpo nin alma.

Pertenzo ao Amado. Teño visto que os dous mundos son un, e a ese Un fun e coñézoo.

Primeiro, último. Exterior, interior. 



Só ese alento que respira existencia humana. "

Rumi

viernes, 8 de agosto de 2014

Diálogo xordo de almas (a cura que afonda a ferida). Pero os soños non minten.

"Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad, una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de turas". Cortázar; Rayuela; cap 73

 Este blog tamén é unha tura , ademais dunha gran mentira.

 Si. Así é a vida.



La intermitencia de los faros


Tienes la intermitencia de los faros
Me pierdo en el pánico negro
si no me mira tu ojo calesita,
mareo de luciérnaga amarilla
Voy a decirlo,
quería que mi poema fuese otro,
mi faro otro y otro el futuro
Girando están borrachos los nortes
en mi otro poema, pero aquí
tiene tu amor un destello loco como
la intermitencia de los faros
Tan largo su viaje redondo y sólo
el resplandor que deja a ciegas
Mírame mirarte huyendo en círculos
No sé si encallo o me hundo,
voy a decirlo, tras de este poema
Pero alegre espero tu linterna
el latigazo de luz en la cara
un segundo, y al rato
otra vez, y de nuevo
la espiral brillante tu retorno.

Natalia Castro Piñón

CENTRO

Torres no ár by Rodrigo Romaní on Grooveshark 

Escribir es dibujar mi mandala y a la vez recorrerlo, inventar la purificación purificándose; tarea de pobre shamán blanco con calzoncillos de nylon.

 Tierra de atrás, literalmente. Todo vino siempre de la noche, background inescapable, madre de mis criaturas diurnas. Mi solo psicoanálisis posible debería cumplirse en la oscuridad, entre las dos y las cuatro de la madrugada- hora impensable para los especialistas. Pero yo sí, yo puedo hacerlo a mediodía y exorcisar a pleno sol los íncubos, de la única manera eficaz: diciéndolos. Curioso que para decir los íncubos haya tenido que acallarlos a la hora en que vienen al teatro del insomnio. Otras leyes rigen la inmensa casa de aire negro, las fiestas de larvas y empusas, los cómplices de una memoria acorralada por la luz y los reclamos del día y que sólo vuelca sus terciopelos manchados de moho en el escenario de la duermevela. Pasivo, espectador atado a su butaca de sábanas y almohadas, incapaz de toda voluntad de rechazo o asimilación, de palabra fijadora. Pero después será el día, cámara clara. Después podemos revelar y fijar. No ya lo mismo, pero la fotografía de la escritura es como la fotografía de las cosas: siempre algo diferente para así, a veces, ser lo mismo. Presencia, ocurrencia de mi mandala en las altas noches desnudas, las noches desolladas, allí donde otras veces conté corderitos o recorrí escaleras de cifras, de múltiplos y décadas y palíndromas y acrósticos, huésped involuntario de las noches que se niegan a estar solas. Manos de inevitable rumbo me han hecho entrar en torbellinos de tiempo, de caras, en el baile de muertos y vivos confundiéndose en una misma fiebre fría mientras lacayos invisibles dan paso a nuévas máscaras y guardan las puertas contra el sueño, contra el único enemigo eficaz de la noche triunfante. Luché, claro, nadie se entrega así sin apelar a las armas del olvido, a estúpidos corderos saltando una valla, a números de cuatro cifras que disminuirán de siete en siete hasta llegar a cero o recomenzarán si la cuenta no es justa. Quizá vencí alguna vez o la noche fue magnánima; casi siempre tuve que abrir los ojos a la ceniza de un amanecer, buscar una bata fría y ver llegar la fatiga anterior a todo esfuerzo, el sabor a pizarra de un día interminable. No sé vivir sin cansancio, sin dormir; no sé por qué la noche odia mi sueño y lo combate, murciélagos afrontados sobre mi cuerpo desnudo. He inventado cientos de recursos mnemotécnicos, las farmacias me conocen demasiado y también el Chivas Regal. Tal vez no merecía mi mandala, tal vez por eso tardó en llegar. No lo busqué jamás, cómo buscar otro vacío en el vacío; no fue parte de mis lúgubres juegos de defensa, vino como vienen los pájaros a una ventana, una noche estuvo ahí y hubo una pausa irónica, un decirme que entre dos figuras de exhumación o nostalgia se interponía una amable construcción geométrica, otro recuerdo por una vez inofensivo, diagrama regresando de viejas lecturas místicas, de grimorios medievales, de un tantrismo de aficionado, de alguna alfombra iniciática vista en los mercados de Jaipur o de Benarés. Cuántas veces rostros limados por el tiempo o habitaciones de una breve felicidad de infancia se habían dado por un instante, reconstruidos en el escenario fosforescente de los ojos cerrados, para ceder paso a cualquier construcción geométrica nacida de esas luces inciertas que giran su verde o su púrpura antes de ceder paso a una nueva invención de esa nada siempre más tangible que la vaga penumbra en la ventana. No lo rechacé pero rechazaba tantas caras, tantos cuerpos que me devolvían a la rememoración o a la culpa, a veces a la dicha todavía más penosa en su imposibilidad. Lo dejé entrar, en la caja morada de mis ojos cerrados lo vi muy cerca, inmóvil en su forma definida, no lo reconocí como reconocía tantas formas del recuerdo, tantos recuerdos de formas, no hice nada por alejarlo con un brusco aletazo de los párpados, un giro en la cama buscando una región más fresca de la almohada. Lo dejé entrar aunque hubiera podido destruirlo, lo miré como no miraba las otras criaturas de la noche, le di acaso una sustancia primera, una urdimbre diferente o creí darle lo que ya tenía; algo indecible lo tendió ante mí como una fábrica diferente, un hijo de mi enemiga y a la vez mío, un telón musgoso entre las fiestas sepulcrales y su recurrente testigo. Desde esa noche mi mandala acude a mi llamado apenas se encienden las primeras luces de la farándula, y aunque el sueño no venga con él y su presencia dure un tiempo que no sabría medir, detrás queda la noche desnuda y rabiosa mordiendo en esa tela invulnerable, luchando por rasgarla y poner de este lado los primeros visitantes, las previsibles y por eso más horribles secuencias de la dicha muerta, de un árbol en flor en el atardecer de un verano argentino, de la sonrisa de una mujer que vive una vida ya para siempre vedada a mi ternura, de un muerto que jugó conmigo sus últimos juegos de cartas sobre una sábana de hospital. Mi mandala es eso, un simplísimo mandala que nace acaso de una combinación imaginaria de elementos, tiene la forma ovalada del recinto de mis ojos cerrados, lo cubre sin dejar espacios, en un primer plano vertical que reposa mi visión. Ni siquiera su fondo se distingue del color entre morado y púrpura que fue siempre el color del insomnio, el teatro de los desentierros y las autopsias de la memoria; se lo diría de un terciopelo mate en el que se inscriben dos triángulos entrecruzados como en tanto pentáculo de hechicería. En el rombo que define la oposición de sus líneas anaranjadas hay un ojo que me mira sin mirarme, nunca he tenido que devolverle la mirada aunque su pupila esté clavada en mí; un ojo como el Udyat de los egipcios, el iris intensamente verde y la pupila blanca como yeso, sin pestañas ni párpados, perfectamente plano, trazado sobre la tela viva por un pincel que no pretende la imitación de un ojo. Puedo distraerme, mirar hacia la ventana o buscar el vaso de agua en la penumbra; puedo alejar a mi mandala con una simple flexión de la voluntad, o convocar una imagen elegida por mí contra la voluntad de la noche; me bastará la primera señal del contraataque, el deslizamiento de lo elegido hacia lo impuesto para que mi mandala vuelva a tenderse entre el asedio de la noche y mi recinto invulnerable. Nos quedaremos así, seremos eso, y el sueño llegará desde su puerta invisible, borrándonos en ese instante que nadie ha podido nunca conocer. Es entonces cuando empezará la verdadera sumersión, la que acato por la sé de veras mía y no el turbio producto de la fatiga diurna y del eyo. Mi mandala separa la servidumbre de la revelación, la duermevela revanchista de los mensajes raigales. La noche onírica es mi verdadera noche; como en el insomnio, nada puedo hacer para impedir ese flujo que invade y somete, pero los sueños sueños son, sin que la conciencia pueda escogerlos, mientras que la parafernalia del insomnio juega turbiamente con las culpabilidades de la vigilia, las propone en una interminable ceremonia masoquista. Mi mandala separa las torpezas del insomnio del puro territorio que tiende sus puentes de contacto; y si lo llamo mandala es por eso, porque toda entrega a un mandala abre paso a una totalidad sin mediaciones, nos entrega a nosotros mismos, nos devuelve a lo que no alcanzamos a ser antes o después. Sé que los sueños pueden traerme el horror como la delicia, llevarme al descubrimiento o extraviarme en un laberinto sin término; pero también sé que soy lo que sueño y que sueño lo que soy. Despierto, sólo me conozco a medias, y el insomnio juega turbiamente con ese conocomiento envuelto en ilusiones; mi mandala me ayuda a caer en mí mismo, a colgar la consciencia ahí donde colgué mi ropa al acostarme. Si hablo de eso es porque al despertar arrastro conmigo jirones de sueños pidiendo escritura, y porque desde siempre he sabido que esa escritura- poemas, cuentos, novelas- era la sola fijación que me ha sido dada para no disolverme en ése que bebe su café matinal y sale a la calle para empezar un nuevo´día. Nada tengo en contra de mi vida diurna, pero no es por ella que escribo. Desde muy temprano pasé de la escritura a la vida, del sueño a la vigilia. La vida aprovisiona los sueños pero los sueños devuelven la moneda profunda de la vida. En todo caso así es como siempre busqué o acepté hacer frente a mi trabajo diurno de escritura, de fijación que es también reconstitución. Así ha ido naciendo todo esto.








domingo, 3 de agosto de 2014

Gramática dos soños

"A escuridade reina aos pés do faro. " (Proverbio xaponés) 



Faro de Lugrís



 A noite pasada tiven dous soños moi reveladores.
 Historias  diferentes pero cun mesmo sustrato.
 Ultimamente soño moito e recordo os soños con nitidez.

Algo fala desde adentro cunha linguaxe cada vez máis comprensible.
E fala sen cesar.
Gramática transparente.
Pistas e máis pistas sobre o que eu son .
O que quero ver e o que non.

Un libro aberto .