WILLIAM BLAKE (fragmentos do artículo publicado en La Nación por Vicente Fatone, (Buenos Aires, 1903 - 1962) Filósofo arxentino).
El niño William Blake escandalizaba a sus padres con los relatos que del jardín o de la calle traía: acababa de ver un coro de ángeles, una procesión de hadas. Con los años fue poniendo más énfasis en la afirmación de sus aventuras: no veía ángeles sino demonios y hasta había entablado relaciones personales con algunos de ellos. Ya anciano, reincidió diariamente; y en sus últimos momentos, después de entonar cantos de dicha y de alabanza, llamó a su esposa para advertirle: estos cantos no son míos, no son míos.
Los aficionados a la psicología han resuelto muy fácilmente este problema de William Blake: el poeta y grabador inglés era un alucinado, pues la alucinación consiste en una percepción sin objeto que la determine. Pero William Blake era un artista, y sus alucinaciones no consistieron en meras "percepciones sin objetos": tenían un sentido. Y eso fue lo que William Blake se empeñó en mostrar y demostrar. "No miro con los ojos; miro a través de ellos",- decía- escandalizando ahora a los académicos que rechazaban sus versos y sus grabados. Era lógico, pues, que William Blake prefiriese invocar el testimonio de los niños quienes ven a las hadas y a los ángeles.
Una mañana, el Niño sentado en una nube le dijo: "Canta tus cantos de perfecta dicha... El canto del Cordero." Y Blake escribió sus "Cantos de inocencia" para que todos los niños, al oírlos, se alegrasen. En esos cantos la inocencia está representada por la perfecta dicha que aún no ha envejecido lo suficiente para tener nombre: la del recién nacido. Pero esa dicha formula de pronto preguntas y reclama respuestas. Nace la experiencia, y con ella los nuevos cantos del poeta.
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El arte era, para Blake, un medio que permitía la comunicación de los hombres con el paraíso, es decir una plegaria. Sus "formas" se mueven en los dos elementos más familiarizados con la altura: el viento y el fuego. Del fuego se ha dicho que nadie, en Europa, nunca ha conseguido pintarlo tan "espléndidamente". El viento que invade las formas de los hombres, que las curva, las concentra, las humilla, tiene en sus dibujos el valor de un símbolo: despoja a los hombres de toda soberbia; y la actitud de quienes rezan es en los dibujos de Blake, la que la plegaria cristiana exige: "Hágase tu voluntad."
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Se ha querido ver en su pensamiento y en su obra la influencia de Swedenborg, el sabio que sin ser artista ni santo se abandona súbitamente a la contemplación alucinada. Pero Blake estuvo lejos de Swedenborg. A pesar de sus alusiones a lo diabólico era un niño, y la inocencia lo salvó como artista y como hombre. Se dijo amigo del demonio, pero tuvo un solo amigo: su esposa; y no pensaba en los espíritus infernales cuando en sus últimos momentos, llamó a su Catherine y le murmuró al oído: "Eres un ángel." Contra las turbias concepciones de Swedenborg Blake fue claro y preciso. Swedenborg tenía la soberbia de los fundadores de sectas, de los ángeles caídos, porque "creía que todos eran unos hipócritas y sólo él un hombre religioso." La obra de Swedenborg nada valía, porque "cualquier hombre con habilidad meramente mecánica hubiera podido extraer de los libros de Paracelso y de Böhme diez mil volúmenes iguales a los suyos"; y de las obras de los grandes poetas- Dante, Shakespeare- se podría extraer un número infinito. Aunque hablase de los demonios, aunque se declarase amigo de ellos, se sabía cerca de los ángeles y de los artistas (de los cristianos, ya que artista y cristiano eran, para él, sinónimos.)
William Blake no creyó tampoco en la realidad de sus imágenes. Mejor: no las creyó suyas, y por eso las creyó reales. Esas imágenes tenían realidad exterior, concreta, independiente. Sostuvo, sí, que lo físico no era la última realidad: que detrás de ella había otra, preferible. Por eso no quería ver la luz, en la luz: veía ángeles; y alguna vez, para mostrar esta realidad a los incrédulos, pintó un arco iris que era una teoría de querubines. Siempre inocente, fue Jacobino, porque también en lo político miraba a través de sus ojos: supuso que con la caída de los Luises terminarían, para siempre, los leones y los lobos. Su visión del mundo es la del Cordero: la del Niño que le ordenó cantar sus "Songs of Innocence".
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Alucinado pero artista, quiso construir un nuevo pasado, recurriendo al mito, y así escribió sus libros más "obscuros" y pintó sus cuadros más "extraños". Para un artista, la construcción no puede ser una actividad mecánica: construir es siempre crear; lo contrario de la creación es precisamente el procedimiento de quienes extraen el futuro partiendo del presente: ése es el procedimiento de los sabios, cuyos problemas parten de datos que implican o condicionan ya la solución. La verdadera creación tiene ya un modelo: Dios, que creó de la nada. Y Blake quiso imitar a Dios, recrear el mundo. Para ello - pues era partir de la nada - recurrió al mito y revivió los días primeros en que el surgimiento de la sombra humana hizo que la eternidad "fuese recorrida por un alarido y suspendida por un ataque de parálisis". Toda su obra se resolvió, al fin, en mitos y en símbolos equívocos. Lo obscuro, lo extraño de esos mitos y símbolos es en Blake también una forma de humildad: la humildad ante el misterio.
Vicente Fatone, "William Blake", publicado en La Nación del 1 / 01 / 1939 con el seudónimo de Luis Vivot.
Astor Piazzolla -
Me gusta Blake por muchas cosas, para él el arte era el resultado de una búsqueda interior, tanto sus poemas como su pintura, inspirada en ellos, son el reflejo de éstas visiones tan imaginativas, que a mi me dan un poco de miedo pero que encuentro muy interesantes para conocer su mundo interior y simbólico.
ResponderEliminarTe agradezco este ensayo, que me ha encantado. Blake es un hombre interminable y aprender de alguien que lo ha estudiado en profundidad es un verdadero placer.
Gracias! y un abrazo muy fuerte!
Muchisimas gracias, Tati , por venir y comentar.
ResponderEliminarEs un lujo tener visitantes tan sensibles e imaginativas como tú.
Si Blake estuviera aquí , seguro que te diría algo así como :
"Si las puertas de la percepción se depurasen, todo aparecería a los hombres como realmente es: infinito. Pues el hombre se ha encerrado en sí mismo hasta ver todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna. "